MIAMI.- Estados Unidos ha puesto en la mira a los llamados ‘narcoinfluencers’, gente con una gran que usa sus redes y su posición al servicio del narcotráfico. Su función como propagandistas y lavadores de los cárteles de la droga no ha pasado desapercibida para el gobierno de Estados Unidos.

El fenómeno de los ‘narcoinfluencers’ ya había capturado la atención de EU, pero el lanzamiento en enero de este año de volantes en Culiacán con una lista anónima con de los que seis han sido ya asesinados, generó mayor interés.

Washington mandó una señal inequívoca el 6 de agosto, cuando el Departamento del Tesoro, a través de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), sancionó a tres mandos del (CDN) y a su “asociado” Ricardo Hernández Medrano, influencer y rapero conocido como El Makabelico, a quien señaló de usar sus conciertos y las regalías de sus streamings para lavar dinero a favor del grupo, uno de los que la administración de Trump designó como organización terrorista extranjera.

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¿Cómo operan los narcoinfluencers y por qué preocupa a Estados Unidos?

Un influencer, que pidió el anonimato por cuestiones de seguridad, comentó a esta casa editorial que el esquema con el que operan los narcoinfluencers es “relativamente sencillo: inyectar dinero sucio para inflar cuentas con bots y granjas de clics, monetizar con cifras abultadas en YouTube, Instagram o Facebook, principalmente; y luego, una vez que pasó por el sistema financiero de alguno de estos países [México o EU], le retornan una tajada al grupo delictivo ya con apariencia de ingreso lícito”.

Estados Unidos sigue con atención las acciones de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) mexicana, que abrió pesquisas sobre un bloque de 64 influencers en Sinaloa por presunto lavado a través de redes. Sin embargo, expertos coinciden en que, todavía, el dinero que se blanquea vía influencers es menor frente a otras rutas.

Más allá del dinero, los cárteles ganan poder narrativo. “Un influencer les presta su prestigio digital para moldear la conversación: normaliza el lujo, vende la idea de ‘benefactores’ que reparten despensas y, al mismo tiempo, desacredita a rivales o a las autoridades. Cuando esa versión se vuelve dominante en el feed, la violencia parece lejana o justificada y la comunidad empieza a mirar con simpatía o resignación a quien manda en la plaza.

Los cárteles también ganan acceso directo a los jóvenes. Los videos, los corridos y la estética buchona funcionan como puerta de entrada a sus emociones: prometen pertenencia, respeto y admiración social. Ese gancho abre un mundo de reclutamiento que va desde ‘hacer el paro’ en asuntos menores hasta integrarse en su logística, vigilancia o cobro”, continúa el influencer. A los ojos de la DEA y de los fiscales estadounidenses, ahí ya hay un posible delito que perseguir.

La fuente del Departamento de Justicia explica que, desde la perspectiva estadounidense, “los narcoinfluencers entran por dos avenidas a la lista de sospechosos: las finanzas, sancionables o castigables, y la propaganda, con disrupción de legitimidad y reclutamiento”. No es casual que la OFAC enmarque el caso del ‘Makabelico’ bajo terrorismo y drogas, y que acredite coordinación con la Oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional y la DEA; el objetivo: cortar los ingresos de los ‘narcoinfluencers’ y, por ende, del narco, y desactivar altavoces digitales.

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