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Muchos piensan que los tsunamis en México no existen, pero eso es un dato impreciso, pues hace exactamente un siglo atrás, las crónicas de la época contaban que un grupo de marineros escuchó un ruido que asimilaba varios disparos de cañones. El estruendo proveniente del mar fue seguido por las vertiginosas postales del agua del mar saliéndose de los límites de la playa e invadiendo calles y casas. Los gritos y el desconcierto por la invasión marina repentina, que incluso arrojó del mar un par de barcos, antecedió a un aterrador silencio.
¿El lugar? Las costas de Zihuatanejo, Guerrero. Se trató de un tsunami con olas de más diez metros después de un terremoto con un epicentro cercano y una magnitud superior a siete.
El episodio forma parte del compendio histórico de tsunamis en México, donde se contabilizan alrededor de 70 fenómenos de este tipo sucedidos en la costa del Pacífico durante los últimos tres siglos.

Recientemente, una nueva alerta llegó a las costas nacionales, pero el origen del tsunami sucedió a miles de kilómetros. El causante fue un terremoto de magnitud 8.8 ocurrido frente a las costas de la península de Kamchatka, en Rusia.
Las conexiones internas y externas de la Tierra son las causantes de que cualquier fenómeno natural tenga una respuesta en otro punto geográfico, pero en el caso de terremotos y tsunamis, el efecto es claro y recurrente.
Según datos de la NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica en EU), aproximadamente 80% de los tsunamis son provocados por terremotos, aunque las otras causantes no se desdeñan: des- lizamientos de tierra submarinos, erupciones volcánicas bajo el mar, e incluso, el impacto de objetos espaciales como meteoritos o asteroides.
Según registros de la Dirección General Adjunta de Oceanografía, Hidrografía y Meteorología de México, los tsunamis de origen lejano han reportado en el país olas de 2.5 metros de altura; los de origen local, olas de cinco metros en promedio.
Excepcionalmente, ha habido algunas de hasta diez metros de altura y un poco más, causando pérdida de vidas y bienes con la consecuente destrucción de comunidades.
ESTUDIOS
Monitorear todas las variables que pueden desencadenar terremotos y tsunamis devastadores se ha convertido en uno de los objetivos de muchos científicos alrededor del mundo. En la actualidad, más allá de los sistemas tradicionales de boyas y sensores submarinos, se experimenta con modelos impulsados por la Inteligencia Artificial (IA) que son capaces de realizar un monitoreo cada vez más preciso en tiempo real, buscando enriquecer las alertas tempranas más sofisticadas del mundo e incluso ir más allá: proponer un sistema para mitigar su impacto.
Uno de estos ejemplos es una propuesta de un grupo de expertos de la Universidad de Cardiff, llamado GREAT v1.0 (Global Real-time Early Assessment of Tsunamis), un sistema que combina análisis acústico y algoritmos de inteligencia artificial para detectar tsunamis casi en tiempo real, pero además la premisa es que las ondas sonoras submarinas podrían debilitar los tsunamis al redistribuir su energía antes de que golpeen las costas, salvando vidas e infraestructura en lugares en riesgo alrededor del mundo, según la reciente investigación dirigida por el matemático Usama Kadri.
Kadri revela cómo las olas del océano y las ondas sonoras, que antes se creían no relacionadas, pueden interactuar para remodelar su dinámica. La interacción, que requiere dos ondas acústicas y una única onda gravitacional superficial, se puede adaptar como el ritmo de una canción a un baile, para transferir energía y mitigar los tsunamis, pero olas peligrosas o amplificando las olas se podría aprovechar su fuerza y generar energía limpia.
70 tsunamis han ocurrido en la historia de nuestro país, de los que se tienen registros hasta el día de hoy.