Hasta hace poco tiempo Carolina, una rata gigante que habita en cumplía fielmente con una jornada laboral, de lunes a viernes, intentando salvar vidas, sin embargo, tras la entrega que ha demostrado en su empleo ya fue jubilada. La celebración no pasó desapercibida y sus colegas celebraron su emotiva despedida con todo y pastel.

Resulta que el simpático roedor, a lo largo de siete años de servicio había detectado más de 3, 000 casos de que los centros de salud habían pasado por alto y, gracias a ello, probablemente había evitado la infección a más de 30,000 personas. Todo gracias a su increíble olfato.

Carolina’ tiene la habilidad de analizar 100 muestras de esputo (flema) para detectar la tuberculosis en 20 minutos, un periodo de tiempo más corto que en laboratorios, cuyas muestras pueden tardar hasta 4 días en procesarse con microscopio. El roedor forma parte de una flotilla de 40 ratas entrenadas para combatir la epidemia, logrando así la detección de hasta un 40% en las clínicas locales en países de África Oriental.

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“No solo estamos salvando la vida de la gente, sino que también estamos cambiando estas perspectivas y aumentando la concienciación y el aprecio por algo tan humilde como una rata”, dijo a National Geographic, Tefera Agizew, médico y jefe de tuberculosis de APOPO.

Imagen: National Gegraphic/ Instagram
Imagen: National Gegraphic/ Instagram

ROEDORES INIGUALABLES

Las ratas africanas gigantes no son como el típico roedor de las ciudades de Europa y Estados Unidos. Son tranquilas, más fáciles de adiestrar que a algunos perros y capaces de trabajar hasta siete u ocho años (viven de ocho a 10 años en cautividad). Sólo su cuerpo suele ser más largo que un MacBook Air de unos 33 centímetros y su cola es igual o más larga (una rata de Nueva York es de unos 40 centímetros de hocico a cola).

El sentido del olfato de una rata gigante es tan fuerte que podría detectar media gota de cloro en un espacio del tamaño de 20 piscinas olímpicas, dice la jefa de adiestramiento de APOPO, Cindy Fast, neurocientífica del comportamiento que entrena a los roedores.

“La primera impresión de todo el mundo es que las ratas son nuestros enemigos”, dice Tefera Agizew, médico y jefe de tuberculosis de APOPO, sobre la reputación de los animales en África y más allá. “En cuanto ven cómo funcionan, se enamoran de ellas”, asegura.

Actualmente Carolina está felizmente jubilada y vive una vida de ocio con su amigo Gilbert, también rata detectora de tuberculosis jubilada, en un gran recinto exterior a la sombra.Otras ratas siguen haciendo el buen trabajo mientras los jubilados disfrutan de algún descanso; la mayoría lo celebra con su propia fiesta de jubilación.

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