PREGUNTA

Me enamoré de Silvia. Tiene un hijo de 5 años, igual que yo. Los niños se hicieron buenos amigos. Nos veíamos en las tardes con los niños en el parque. Platicábamos. Ella llegaba con un termo lleno de café, yo comencé a llevar galletas. Nos volvimos confidentes. Pero cuando por fin me animé y la quise besar, me salió con que yo era “muy buen amigo”;… Desde entonces odio verla, siento que me achiqué, como si hubiera jugado mal una carta. No la soporto. Ahora siento como si hubiera perdido algo que ni siquiera tuve y los niños siguen queriendo jugar juntos, ¿qué hago?

RESPUESTA

Eso que sientes es puro orgullo herido. No te achiques por nadie: si de verdad quieres enamorarla, no lo lograrás desde la queja, sino desde la fuerza. Confundiste la complicidad con la intimidad. Lo que tienes que hacer es al contrario:crecer. Deja de estar disponible todo el tiempo, vuelve a ser interesante, no el amigo que lleva galletas al parque. Haz cosas por ti, cuida tu presencia, mantente firme.

PREGUNTA

Conocí a Yusef y me adentré a sus rituales de lleno. La vida a su lado era como entrar a un mundo secreto lleno de calma. Me fascinaba cómo hablaba de su madre con gran respeto, cómo cada día se levantaba a la misma hora para rezar, aunque fuera de madrugada. Pero con el paso de los días las cosas pequeñas empezaron a cambiar: imposible compartir una cerveza, le molestaba que abrazara a mis amigos. Pensé que era amor aceptar lo que me pedía, pero cuando se enojó porque usaba un vestido que “mostraba demasiado” de plano rompimos, sentí pánico. ¿Para qué sostener una relación que tiene tantas condiciones?

RESPUESTA

No se trata de rechazar una religión ni unas costumbres, sino de reconocer que no eres tú quien debe transformarse por completo para que el amor exista. Amar no debe sentirse como una prueba constante. Lo que al inicio parece fascinante puede volverse una jaula si las reglas no nacen de ti, sino del otro. Tu miedo es válido: no puedes dar lo que niega tu esencia. El amor real permite crecer, no achicarse. Está bien dar un paso atrás si lo que pierdes es tu libertad.

PREGUNTA

Por seis años fui ayudante en un supermercado. Me volví indispensable. Sabía dónde estaba cada cosa: las latas, los jabones, las galletas, la leche, el cereal, el azúcar, los refrescos… todo. Parece ser un trabajo sencillo, pero no lo es. Yo en la chamba me sentía parte de algo grande hasta que me lastimé la espalda cargando cajas, entonces me quedé sin chamba. Ahora mi mujer me mira destinito. No traigo dinero, no tengo poder. Paso los días preguntándome si de verdad valgo sin mi uniforme, sin mi rutina, sin mi sueldo. ¿Para qué vivir si ya no soy necesario para nadie?

RESPUESTA

El supermercado ya no está, pero tu familia sí. No es el dinero lo único que te define, tu compañía, el humor, el apoyo cotidiano. Volverte esencial es aprender que el lugar que ocupas puede ser distinto, pero nunca menos digno. Antes cargabas cajas, ahora puedes cargar ánimo, paciencia, esperanza. Los tiempos cambian, pero la fuerza de tu actitud puede hacerse más grande. Vuélvete la presencia que sostiene a tu familia, eso es lo que de verdad importa. Ese uniforme no es lo que te hacía valioso.

PREGUNTA

Llevo dos años con mi novio. Nuestra vida íntima es cada vez peor. Yo tengo dificultad para alcanzar el orgasmo durante la penetración, solo logro terminar cuando me toco, y aún así, me toma tiempo. Esto ha provocado que cada vez que tenemos relaciones la situación evolucione a cada uno tocándose por su lado acostados en la misma cama tan solo para alcanzar el orgasmo. No me gusta, no me prende. Eso no es intimidad. ¿Cómo lo arreglo?

RESPUESTA

El acto íntimo es como es como el baile, la práctica lo va afinando. Un maestro de tantra o una sexóloga puede quitar vicios y enseñar secretos que te llevan no nada más al orgasmo sino al cielo. El dar y recibir placer es expansivo, divertido y mutuo. La química se afina con la práctica, con el amor que va creciendo, con el sentimiento de unidad que se hace presente.

PREGUNTA

¿Y si dejo de tomar las pastillas sin decirle nada a mi novio? Yo ya tengo 38, yo quiero ser mamá, y yo siento que él sí está listo, sólo que es un miedoso. Si me embarazo y le digo que fue la pastilla que falló, pues ya no habría marcha atrás, ¿no? Al final él me ama, y yo sé que sería un buen papá. ¿Tú lo ves mal? Yo no.

RESPUESTA

Entiendo, el reloj corre y el deseo de ser mamá pesa fuerte… pero ojo, hacer trampa en algo así es delicado. Es meter a la fuerza a una decisión que debe ser de dos. No es que no seas capaz, ni que él no pueda, es que se trata de confianza. Si rompes eso, luego el miedo que hoy lo detiene puede convertirse en resentimiento. Mejor habla desde el corazón, dile que necesitas claridad. Si es contigo, que dé el paso; y si no, también es mejor saberlo ahora. Lo que no conviene es que tu maternidad empiece con un secreto, con una mentira, con traición.

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