PREGUNTA:
¿Qué hago con esta necesidad de sentirme viva, si en mi propia casa me apago cada día? ¿Qué hago con este otro amor que llegó sin buscarlo, que me recuerda quién soy, que me mira como si todavía importara lo que siento? ¿Estoy mal por desear ternura fuera de mi propio hogar, cuando dentro solo hay rutina y juicio?
RESPUESTA:
No estás mal, estás viva. Necesitar ser mirada con dulzura, ser celebrada, ser elegida. Pero antes de correr hacia lo nuevo, tal vez toca mirar lo que tienes frente a ti, preguntarte si ese hogar que construiste aún es casa o solo es un techo. Porque vivir con hambre de alma es una forma de morir despacio. La vida fuera no garantiza paz, pero tal vez sí verdad. Respira.
PREGUNTA:
Estoy seguro de que no quiero tener hijos, al menos no ahora, y cada vez me cuesta más entregarme a disfrutar de la intimidad, porque desconfío de que mi novia se esté cuidando realmente. Ya me insinuó tres veces que un embarazo sería lo mejor que podría pasarle, y claro, estoy lleno de miedo. Me cuesta confiar. Mi primo me dice que cuando una mujer quiere embarazarse, nada la detiene. ¿Tiene razón? ¿Hay una forma sana de afrontar esto?
RESPUESTA:
El amor no se puede sostener donde hay desconfianza. No es solo el miedo al embarazo, es el miedo a no ser escuchado, a que tu deseo no importe. Tener un hijo debe ser una decisión compartida, no una imposición silenciosa. La intimidad florece cuando hay seguridad mutua, no cuando uno teme que el otro lo traicione con la excusa del amor. Habla con honestidad, desde el corazón. Lo importante aquí no es lo que dice tu primo, sino cómo reconstruir la confianza y caminar en la misma dirección.
PREGUNTA:
No me gustan mis senos porque son pequeños y colgados, porque se me chuparon después de la maternidad; no luzco la ropa, no me veo bien y mi marido no quiere apoyarme con un cambio porque dice que no es importante, que igual siempre lo hacemos a oscuras , que el dinero no es para eso. Que me veo bien. ¿Cómo explicar que no me gusto? ¿Cómo lograr que me apoye?
RESPUESTA:
Tu cuerpo ha sido cuna de vida, refugio, amor. Merece ser mirado con respeto, primero por ti. No necesitas permiso para amarte ni para elegir lo que te devuelve la sonrisa. Tal vez necesitas verte de otra manera y admirar tu persona por otras cualidades. Operarte no es la única solución, no hay prisa, aceptar los cambios es parte de la vida. Encuentra la manera de sentir paz aun cuando no tengas, inmediatamente, la respuesta que buscas.
PREGUNTA:
A mi esposo le fascinan las películas violentas, llenas de sangre y persecuciones. Lo prenden y quiere siempre hacerlo al final del capítulo. Yo, en cambio, amo las historias tiernas, donde el amor triunfa, donde hay finales esperanzadores y quiero sentirme abrazada y contenida. Nunca le di importancia a esto, porque antes no veía tanta tele, pero con los años estas diferencias nos separan incluso en algo tan simple como descansar y como entregarnos. Odio ver esos programas, me llenan de stress y no lo entiende. ¿Es normal tener que ceder tanto que hasta tu forma de relajarte se vuelve ajena? ¿Es señal de que estamos mal o simplemente somos demasiado distintos?
RESPUESTA:
Las diferencias no siempre son el problema, sino cómo las enfrentamos. Lo difícil es cuando una sola forma se impone y la tuya se queda fuera. Ceder no debe significar desaparecerte. El descanso compartido también es un acto de intimidad. Si esas pequeñas cosas duelen, es porque no son tan pequeñas. A veces el cuerpo siente lo que la mente calla: quizás estás cediendo demasiado, incluso en lo que debería darte paz.