Santo Toribio Romo González y mártir de la Guerra Cristera. En medio de la persecución religiosa que azotó a México en la década de 1920, dejó constancia de su fe y sufrimiento en su diario personal, donde escribió:

“Pido a Dios verdadero mande que cambie este tiempo de persecución. Mira que ni la misa podemos celebrar; sácanos de esta dura prueba... Vivir los sacerdotes sin celebrar la Santa Misa... ha dejado Dios venir sobre mi alma pecadora. Bendito sea Él. Hasta el 24 de junio, diez veces he tenido que huir escondiéndome de los perseguidores. Unas salidas han durado quince días, otras ocho... Algunas me han tenido sepultado hasta cuatro largos días en una estrecha y hedionda cueva; otras me han hecho pasar ocho días en la cumbre de los montes a toda la voluntad de la intemperie, a sol, agua y sereno, y la tormenta que nos ha mojado ha tenido el gusto de ver otra que viene a no dejarnos secar, y así hasta pasar mojados los diez días...”

En 1927, fue enviado a , donde celebraba misa en secreto en una antigua destilería. Su hermano, también sacerdote, lo acompañaba, y ambos vivían ocultos en una barranca. Fue ahí donde los soldados federales descubrieron al Padre Toribio y lo asesinaron a balazos. Su hermana María, presente en el lugar, fue atada al cuerpo sin vida del sacerdote, despojada de sus ropas y encarcelada. Posteriormente fue liberada y pudo recuperar el cuerpo para darle sepultura.

Horas antes de morir, el Padre Toribio presintió su destino y entregó a su hermano una carta con su testamento espiritual. Murió como mártir de la fe católica el 25 de febrero de 1928. Veinte años después, sus restos fueron trasladados a Jalostotitlán, Jalisco, y depositados en una capilla que él mismo había mandado construir. Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado el 21 de mayo del 2000 por el papa Juan Pablo II.

Hoy en día, los migrantes que intentan cruzar hacia Estados Unidos se encomiendan a él. Visitan sus reliquias y sus ropas ensangrentadas en Jalostotitlán, en los Altos de Jalisco. Muchos afirman que, en medio del desierto o al cruzar el Río Bravo, se les aparece un sacerdote que coincide físicamente con Santo Toribio Romo. Este les indica el camino, les ayuda a cruzar e incluso, en algunos relatos, les entrega algunos dólares para que puedan alimentarse.

Junto al relicario donde reposan sus restos hay un mural que representa su ayuda a los migrantes. Además, en Jalostotitlán existe un devocionario con oraciones especiales dedicadas a los migrantes, que indican qué rezos deben hacerse al salir de casa, durante el trayecto, al cruzar la frontera o en caso de ser detenidos.

Junto con Santo Toribio Romo, otros dos santos están asociados a la protección de los migrantes: Santa Francisca Javier Cabrini, monja italiana que se trasladó a Estados Unidos para trabajar con migrantes y que fue la primera ciudadana estadounidense canonizada; y San Juan Bautista Scalabrini, sacerdote italiano profundamente comprometido con el drama migratorio.

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