Por décadas, los e Iztaccíhuatl han sido objeto de leyendas, rituales y estudios geológicos. Pero más allá de la ciencia y la mitología ancestral, estos colosos han sido también escenario de fenómenos inexplicables, según nos confirma Marco Rodríguez, investigador independiente y testigo de encuentros con entidades no humanasy objetos voladores anómalos en esta zona de México.

Conozco a Marco desde hace 15 años y siempre ha demostrado una gran honestidad en su trabajo. Es un apasionado de los volcanes, a los que dedica buena parte de su tiempo explorando y escuchando los testimonios de personas que han vivido experiencias anómalas en la región. Su compromiso con la investigación y su seriedad lo convierten en una fuente confiable y respetada dentro del ámbito del misterio y la fenomenología ovni.

Rodríguez sostiene que ha documentado una amplia variedad de ovnis: desde objetos con forma triangular que surcan el cielo sin emitir sonido alguno, hasta cilindros gigantes y artefactos con formas inusuales, como la de una mancuerna, suspendidos en el aire. Uno de los episodios más impactantes que vivió fue durante un campamento que organizó con sus compañeros de generación universitaria, cuando un cilindro descendió ante varios testigos, provocando asombro y un silencio total. Sin embargo, los encuentros más inquietantes han sido, al parecer, con humanoides. El 25 de diciembre de 2016, Rodríguez afirma haber captado en video a un ser volador desplazándose a unos tres metros de altura, prácticamente sobre los árboles en una zona muy cercana al volcán Popocatépetl. El avistamiento coincidió con una nube lenticular fija en el cielo, fenómeno comúnmente asociado al encubrimiento de ovnis. La figura flotante, dotada de lo que parecía ser un equipo o mochila con luces, se desplazó con naturalidad hasta desaparecer tras el tendido eléctrico. En paralelo, una serie de luces no identificadas comenzó a manifestarse sobre la Iztaccíhuatl.

En ascensos a zonas restringidas del Popocatépetl —en los que ha participado por motivos de rescate— Rodríguez relató haber tenido un encuentro con un ser de gran estatura y apariencia peluda. Uno de los episodios más fuertes ocurrió en el refugio de Tlamacas, donde, al ingresar, escuchó el crujir de vidrios rotos. Al iluminar el lugar con su teléfono móvil, se encontró frente a una figura oscura y gigantesca que no correspondía a ningún animal conocido en la zona. El encuentro fue breve, pero dejó una profunda impresión, desapareciendo en un parpadeo. A estas experiencias se suma un caso de “tiempo perdido” que vivió junto a un grupo de policías. Tras una comida en una zona conocida por sus criaderos de trucha, muy cerca del volcán, una intensa luz blanca los envolvió. Al recobrar la orientación, se encontraban a más de una hora de distancia del lugar previsto. Uno de los acompañantes presentó un comportamiento errático y finalmente perdió el conocimiento, lo que alimenta la hipótesis de un posible episodio de abducción.

Para Rodríguez, el Popocatépetl no es simplemente un volcán activo, sino un punto estratégico en la geografía energética del país. Cree que este tipo de fenómenos podrían estar relacionados con la intensa energía geotérmica y electromagnética del lugar, condiciones que, según él, podrían facilitar cambios dimensionales o ser utilizadas por inteligencias no humanas para interactuar con nuestro mundo.

Las grabaciones, fotografías y relatos de Marco Rodríguez se suman a una creciente base de testimonios que refuerzan la idea de que los volcanes del centro de México son mucho más que montañas dormidas. Son, quizá, portales energéticos para el traslado a nuestro planeta de seres con una tecnología más avanzada.

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