Desde hace algunos años, la República Mexicana se ha convertido en el centro de una gran polémica relacionada con una supuesta arqueología olvidada: creaciones en piedra que narrarían una historia distinta sobre el pasado de la humanidad. A simple vista, si uno no escucha el relato de quienes aseguran haber encontrado estos objetos arqueológicos, podría pensar que se trata de una confusión —en el mejor de los casos— o de un engaño planeado con toda intención, en el peor.
Sin embargo, las implicaciones de la llamada arqueología extraterrestre van mucho más allá. De hecho, hay quienes financian excavaciones en distintos puntos de la geografía mexicana, como Tula, en Hidalgo; Cuitzeo, en Michoacán; y Ojuelos, en Jalisco. Se trata de inversiones de al menos seis cifras.
Hace pocos días, tuve la oportunidad de conocer una de las mejores colecciones de arqueología extraterrestre del mundo: la de David Ávila Roldán, un apasionado del tema que ha dedicado grandes inversiones de tiempo y recursos a sacar a la luz lo que él considera una revelación sobre el origen de la humanidad.
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En diversas excavaciones dirigidas por este científico del área de la química, ha rescatado piezas sumamente llamativas, que asegura son completamente reales. En ellas se observan representaciones de seres extraterrestres conviviendo con humanos, viajando por el espacio en naves alienígenas, o incluso con formas híbridas, como cuerpos de sirena. También hay figuras de mujeres humanas dando a luz a criaturas de apariencia humanoide.

David Ávila sostiene que las soledades del territorio mexicano, el subsuelo mismo del país, están llenos de estas piezas que —según él— la ciencia ortodoxa oculta al mundo. A simple vista, parecerían artesanías bellamente trabajadas. No obstante, los involucrados en la arqueología extraterrestre afirman que estas piezas se hallan en estratos arqueológicos auténticos, y que no aparecen en cualquier lugar, sino en sitios señalados por chamanes y sabios de los pueblos originarios de México.
Afirman además que las piezas están cargadas de una energía especial, perteneciente a seres que, dicen, convivieron con los humanos y fueron considerados como dioses. Por si fuera poco, algunas de las piezas encontradas en Tula se iluminan bajo luz ultravioleta con tonos fluorescentes amarillos y azules. Incluso hay figuras que, al brillar de ese modo, adoptan formas que recuerdan a modernas bolsas, aunque sus defensores aseguran que tienen miles de años de antigüedad.
El tema de la arqueología extraterrestre está en el punto de mira: entre quienes, como David Ávila, han dedicado media vida a estas investigaciones, y quienes, completamente escépticos, sostienen que todo se trata de un negocio millonario de artesanos que fabrican objetos inspirados en creencias sobre seres de otros mundos.
¿Quién tendrá la última palabra? La realidad, como tantas veces, supera a la ficción.