Roberto es hijo de padres separados: desde que él recuerda, su papá le mandaba dinero para cubrir sus necesidades básicas; ahora que es mayor de edad, la ayuda cesó.

El joven de 19 años buscaba llegar a un acuerdo con su padre respecto a la . No se trataba ya de un conflicto entre padres por la manutención de un menor, sino de un hijo que pedía apoyo para continuar sus estudios universitarios.

Para llegar a un acuerdo entre partes, Roberto acudió al , donde, frente a una persona mediadora certificada y su padre, explicó que él había ingresado a la universidad y que sus ingresos eventuales no le permitían cubrir transporte, materiales y alimentación.

Su padre, el señor Jorge, escuchaba con el ceño fruncido: sentía que había cumplido con sus obligaciones hasta la mayoría de edad y que ahora debía enseñar a su hijo a ser independiente.

La labor de la persona mediadora fue abrir un espacio de escucha y empatía. Les recordó que la mediación trata de construir soluciones en conjunto. Con el paso de las sesiones, Jorge comprendió que el apoyo económico era una inversión en el futuro de su hijo. Roberto, por su parte, reconoció la importancia de asumir responsabilidades y de mantener un rendimiento académico constante.

Finalmente, padre e hijo firmaron un convenio en el que se estableció una pensión mensual destinada a cubrir gastos escolares, con revisiones semestrales y la situación económica de ambos.

El día de la firma, el ambiente era distinto: la tensión había dado paso al respeto mutuo. Jorge estrechó la mano de su hijo con una leve sonrisa y dijo: “Solo quiero que termines lo que empezaste”.

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