Mariana y Luis se divorciaron hace cinco años y la experiencia para ambos fue traumática por un proceso tardado en el que anímicamente se desgastaron y económicamente quedaron con muchas deudas.
Ahora que su hija Sofía con 12 años, demandaba más la presencia de Luis, porque sólo la veía unas horas un día a la semana, por lo que pidió modificar el régimen de visitas y convivencias.
Pero la experiencia del divorcio que vivieron jugó en contra, pues cuando le propuso a Mariana ella casi en automático dijo que no, pues no quería entrar a juzgados.
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Pasaron seis meses. Mariana no cedió; no por negarse a que Sofía pernoctara en casa de su papá; era simplemente su renuencia a recordar el pleito en juzgados.
Luis pensó que debía haber otras opciones; se dio a la tarea de indagar y dio con la opción de la mediación familiar, servicio prestado por el Centro de Justicia Alternativa del Poder Judicial de la Ciudad de México (Niños Héroes 133, colonia Doctores, alcaldía Cuauhtémoc). Le pareció atractivo que no se requerían abogados, y que tanto él como Mariana no pagarían nada, pues el servicio es gratuito.
Frente al mediador familiar, Luis pidió más tiempo con Sofía, y mencionó que ella también lo deseaba. Así, él propuso que la niña pernoctara cada 15 días en su casa.
Mariana aceptó cambiar el régimen de visitas y convivencias original. En esos términos, aún sin dar crédito a las bondades del servicio de mediación familiar, Mariana estampó su firma en el documento al igual que Luis, y ambos dieron la noticia a Sofía, tras agradecer la gratuidad con la que los ciudadanos pueden ser partícipes activos en la solución de sus controversias.