Sentado en su, en algún lugar de la oscuridad del universo, sigue alineando los astros a favor de su ahijado artístico, Dominic Richard Harrison, quien anda por los caminos del rock con el nombre de Yungblud: sangre renovada para un género que se niega a extinguir.

Yungblud mezcla con acierto los sonidos del ayer —del rock clásico y el hard rock— con una veta actual de tintes pop punk: toda una colisión musical que mantiene lo mejor de ambos mundos, pasado y presente en sintonía. El músico encuentra los vasos comunicantes que no deben perderse en el estilo que ejecuta y que lo hacen brillar: contundencia, sensualidad y un apetito por la destrucción en un mundo lleno de fragilidades.

El jueves pasado, mientras esperábamos la llegada a su hotel de Ashton Nyte, voz y alma de The Awakening (en su primera visita a México en 30 años de carrera), salió a tema Yungblud y todo lo que ha logrado este año, en el que, por cierto, también visitará el país (29 de noviembre, explanada del Estadio Azteca, junto a Limp Bizkit).

El músico y productor británico fue uno de los invitados al último concierto de Black Sabbath, en los funerales en vida de Ozzy, donde compartió escenario con la crema y nata del círculo íntimo de la familia Osbourne. Un sueño hecho realidad para un chico de 28 años que, de pronto, estaba sentado en la misma mesa que las grandes leyendas.

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