Conocí a La Barranca desde sus primeros discos, en los suspiros finales del siglo pasado. ‘El Fuego de la Noche’ me encendió desde su primera escucha. Sin embargo, les perdí la pista algunos años.
Circulando por la ciudad en mi auto, en tiempos en los que no existían las plataformas de música como Spotify, escuché en la radio que La Barranca presentaría su disco ‘El fluir’ en el Lunario del Auditorio Nacional el siguiente fin de semana.
Pasé al MixUp de Plaza Satélite, esa tienda de discos que sabemos está en decadencia y solo los recuerdos quedan de esos álbumes que escuchamos en sus instalaciones, y adquirí el ‘El fluir’ (2005, Fonarte Latino).
Le di muchas vueltas a ese plato, de inicio a fin. Cada canción era igual de sólida que la anterior y que la siguiente. Un disco, literalmente redondo y que fluía con los instrumentos más básicos y crudos del rock: dos guitarras, bajo, batería y voz.
Un cuarteto de ensueño, liderado por José Manuel Aguilera (guitarra, voz y composiciones), Álex Otaola (guitarra, exSanta Sabina) y los hermanos Chema y Alonso Arreola, en batería y bajo, respectivamente, y nietos del genio de la literatura mexicana, Juan José Arreola, todos ellos tocando a la vez, como una manera de sonar en directo, sin capas externas de sonidos ni sintetizadores.
Regresando al auto, la siguiente parada fue la taquilla del Auditorio, donde compré dos entradas para ‘El fluir’ en el Lunario.
Seguí dándole vueltas al disco en el reproductor de mi auto, casi como obsesionado o loco. Estaba listo para esa presentación, o eso al menos imaginé.
Salió La Barranca a escena. Las guitarras trituraron a todos. Eran poderosas y envolventes. Bajo y batería hicieron temblar a los que llenamos el recinto de Reforma.
Sonaron ‘Hendrix’, ‘Ser un destello’, ‘Cinturón de Orión’, canciones de ese nuevo álbum que ya circulaban en el torrente sanguíneo de los asistentes como si fueran clásicos.
De eso han pasado 20 años (nos hicimos algo viejos). Se celebran dos décadas de este enorme disco, y para mí, también es un festejo de 20 años de fluir con La Barranca y contando... porque nadie puede salir de ella.
ENCORE
Hace 20 años yo no era periodista, y ni sabía que un día lo sería. Porque la música y el periodismo no los elegí yo (son de esas gracias que uno no elige); ellos me acorralaron en un paraje, luego me mostraron el río por donde tenía que fluir y andar hasta el último día de mi vida. Y ya, es un largo fluir sin punto de retorno.