La vida también debe ser una exageración de la realidad. En este espacio, aunque la ficción queda descartada y periodísticamente todo se basa en hechos palpables y comprobables, la magia juega un papel muy importante, porque así tiene que ser el arte: realista y mágico, que sacuda todas tus emociones, que te haga florecer cuando estás en el precipicio o sitiado, esperando a que cese la

Quizá por ello soy fanático de ‘Big Fish’ (El Gran Pez), de Tim Burton, mi favorita de este genial cineasta. Y es que en esta historia se rememoran las vivencias de un personaje que está desahuciado, historias que su hijo siempre pensó que eran inventos para llamar la atención, hasta que cayó en cuenta de que, dentro de toda esa exageración venturosa, había increíbles verdades.

Así llega una de las escenas de amor más hermosas jamás contadas, cuando este aventurero, Edward Bloom (personificado de joven por Ewan McGregor), decide pedirle matrimonio a una encantadora mujer que él solo vio una vez en una carpa de circo, hasta que por fin la encuentra luego de pasar por mil desventuras y vivencias fantásticas.

La joven, sin saber nada de él, le pregunta cómo puede pedirle matrimonio sin siquiera conocerla a plenitud y ser un complemento desconocido para ella. A lo que él responde que no se preocupe, pues tienen toda la vida por delante para conocerse. “Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene, y es verdad. Lo que no te dicen es que cuando se pone en marcha, lo hace aún más rápidamente para recuperar lo perdido...”: Big Fish.

La vida a veces te pone en la lona, y es de sabios sentirse frágil, recuperarse y continuar con el camino; seguir escribiendo esta columna semanal, volver a tomar la guitarra y terminar esas piezas inconclusas; darle vuelta a la página y retomar el running con tus audífonos puestos para flotar por el camellón.

El tiempo perdido no solo sirve para envejecer y darte cuenta de que ya te salen más canas en la barba. También es un espacio de espera, de equilibrio, de reflexión, de sanación.

Así estaba escrito en Big Fish: esos dos desconocidos tenían que coincidir nuevamente en algún momento, llenarse de flores, vivir la vida como un enorme pez que nadie logra capturar, hasta que sucede lo imposible:

El enorme animal muerde el anzuelo, todo el lago brilla con la luna y ese tiempo en el vacío te hace regresar a casa con el botín más descomunal que siempre soñaste.

ENCORE. La vida es un gran pez y es muy reconfortante vivirla en paz. Aunque luego la cuentes de una forma exagerada. Se vale. Porque así se tiene que nadar la vida: entre agua y flores, entre realidades y fantasías, hasta darte cuenta de que tú eres el gran pez.

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