“Ya solo podrá tocar el hijo de Díaz Ordaz...”, dice la letra de ‘Abuso de autoridad’ de El Tri de Álex Lora. Y ahora, décadas después, el ciclo se repite con la censura que vive el regional mexicano y la música.
Los narcocorridos han sido prohibidos desde Presidencia por una supuesta apología al narcotráfico.
El regional mexicano, en concreto el corrido bélico, encabezado por exponentes como Peso Pluma y Natanael Cano, tomaron las historias más cruentas que se viven en el país para plasmar una realidad a su estilo.
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Esta prohibición se debate entre censura y la libertad de expresión, así como si el hablar de un narcotraficante fuera para narrarlo o ensalzarlo.
Muy sonado y polémico es el caso del grupo Los Alegres del Barranco, quienes en un concierto mostraron la figura del ‘Mencho’, el narco más buscado del país, mientras cantaban su corrido. Este hecho les costó que el gobierno de Estados Unidos les retirara sus visas, y han sido vinculados a proceso en México.
La música y el arte no son los culpables. Un narcocorrido nace como consecuencia de lo que se vive en las calles del país: es nuestro reflejo ensangrentado, aunque duela, y la punta del iceberg de una problemática —el narcotráfico— que México no ha podido contrarrestar en medio siglo.
Ensalzar a un narco que ha sometido y torturado a la sociedad sí es un abuso por parte de las agrupaciones, y en ese sentido, ellas mismas deben ser conscientes de sus errores y recular.
Pero también narrar (no ensalzar) en una canción, serie de televisión, película, lienzo o texto periodístico las atrocidades que suceden a diario en México es una necesidad como artista y creador. Tratar de callar u ocultar una realidad solo es un retroceso que no servirá de nada.
Jamás ha funcionado la censura ni la prohibición, y menos cuando esa voz resuena desde lo más profundo.
Alguna vez, Alejandro Lora narró el abuso de autoridad que vivía el rock mexicano cuando fue marginado por el gobierno en los años 70 y parte de los 80. Hoy esa estafeta está lejos del rock; les pertenece a esos jóvenes que tomaron las guitarras de doce cuerdas para reflejarnos con sus corridos, bélicos o tumbados. Porque, al final, nadie puede tapar lo que sucede en este México descompuesto.
ENCORE. El jueves pasado fuimos a ver a Épica al Auditorio Explanada Puebla, una dosis de metal sinfónico que fue un respiro. Poca asistencia, pero muy entregada. Pudimos disfrutar del grupo como desde la sala de tu casa, en un recinto encantador. Te queremos mucho, Simone Simons.
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