En Tlatelolco, donde hace 57 años el régimen priista convirtió la Plaza de las Tres Culturas en un espacio del autoritarismo, ahora la Ciudad de México se pronuncia como “capital de derechos”.
Esa transformación sintetiza un cambio profundo en la relación entre gobierno y ciudadanía. Si en 1968 el poder temía la voz de los estudiantes y respondió con balas, en 2025 la memoria de esa herida se reivindica con instituciones abiertas al reclamo y la diversidad.
El movimiento estudiantil fue un despertar social. Tlatelolco quedó marcado como símbolo de la incapacidad de un gobierno para escuchar.
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¿Qué representa Tlatelolco en la memoria democrática de México?
Como recordó ayer la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, en la conmemoración de aquel 2 de octubre, el 68 no puede entenderse como un hecho aislado, sino como un parteaguas de luchas democráticas posteriores: la organización política independiente, la libertad sindical, la movilización feminista y urbana.
Lo notable no es solo recordar, sino traducir esa memoria en garantías. El mejor homenaje es que la autoridad nunca vuelva a actuar contra las y los ciudadanos.
Desde la capital nacional se han generado protocolos de no represión en marchas, mecanismos de mediación comunitaria, políticas públicas orientadas a la igualdad de género, la diversidad sexual, la inclusión cultural y ampliación de libertades.
¡Ponte al tiro! Sería ingenuo pensar que la transición está concluida, pero ahora Tlatelolco dejó de ser el lugar de la masacre para convertirse en emblema de una nueva identidad política. La herencia del 68.
@guerrerochipres