Para José Antonio, la suerte lo tiene protegido porque cada que se ve en apuros, algo pasa y sale bien librado.
“Me han sucedido tantas cosas, pero esta que me pasó apenas en mayo de este año me hace sentir un hombre suertudo. Fui a llevar un pasaje a la calle de Luna y Zaragoza, en la Guerrero, algo me latió mal, pero ya tenía al pasajero arriba de la unidad y ni modo de bajarlo.
“Eran como las diez de la noche, pero yo iba con el alma en un hilo. Su aspecto me daba miedo. Traté de sacarle plática, pero solo me respondía ‘sí’ y se quedaba callado. De reojo, me di cuenta que iba escaneando todo.
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“Eso me puso más nervioso y, aunque traté de disimular, se dio cuenta. ‘No se ponga nervioso, jefe, el barrio es peligroso, pero yo no muerdo’. Eso me dio más miedo y hasta tragué saliva.
“Al llegar al lugar, había una bolita como de diez chavos y señores, todos ellos se veían bien malosos. ‘Ahí está, ya llegó’, dijo uno de ellos, y entonces el que venía conmigo me gritó: ‘Ya valió madres, ahorita te bajas y te pasas para atrás’. Ni modo, pensé, pero antes de bajarme llegó un convoy de la policía y se bajó a revisar a los chavos. El que venía conmigo me dijo: ‘Síguete dos calles y ahí me bajo’. Así lo hice y me libré del robo. “Ese había sido uno bueno y me hubiera quedado sin nada. Por eso me siento suertudo. No me pasa nada y espero seguir así”, termina su relato.
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