Sin lugar a duda que está ciudad nunca deja de sorprendernos y más cuando estás frente al volante, como la historia que nos compartió Benjamín.
“Circulaba por el rumbo de la Basílica de Guadalupe, ahí por la Gustavo A. Madero, cuando dos personas, una monjita y un cura me, hicieron la parada, me pidieron que los llevara a la Parroquia de San Agustín en Polanco.
“Una dejada larga y no dudé ‘Bendito Dios, pensé’ y me fui todo Paseo de la Reforma; les comenté que era una buena experiencia llevarlos a ellos, porque no había bendecido mi taxi y ellos sonrieron y respondieron: Nunca es tarde, cuando bajemos lo bendecimos’, me dijo el sacerdote con una sonrisa”.
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“Y muy contento, hasta pensé en hacerles un descuento por la dejada desde la Basílica hasta Polanco, y me solté hablando de la religión, ellos solamente escuchaban lo que contaba, y mientras me decían ‘sí hijo’ y asentían con la cabeza. Yo estaba feliz y seguía al volante.
“Así fuimos llegando al lugar, dos calles antes de que se bajaran, me confesaron que no iban a la iglesia, sino al departamento de un amigo que los había invitado a una fiesta de disfraces y que deseaban ver que tan buenos eran los suyos, ‘pero caíste redondito’, entonces les cobré sin descuento.
“Cuando se bajaron que les miento su madre y la gente se me quedó viendo feo”.