Germán maneja su desde hace una década y le ha pasado de todo, pero la historia que comparte no es común.

“Vivo por la colonia Puebla y empiezo a darle desde las cinco de la mañana, porque a esa hora caen las mejores dejadas, lejos y rápidas, ya después sólo son cortos.

“Hace tres meses a mi vecino se le escapó su perro, ‘Goliat’, no era fino, pero muy bonito, con colores café con blanco y un lunar negro en el ojo derecho.

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“Lo sé porque le ayudé a buscarlo por la colonia, pero no lo encontramos; incluso, pegamos papeles ofreciendo recompensa, y nada.

“Mi vecino perdió la esperanza de recuperarlo.

“Y el milagro ocurrió el Jueves Santo de este año. Subí a una pasajera y la llevé al mercado de Tacubaya. Como ya era tarde, me bajé a las comidas corridas y al salir del lugar ¡ahí estaba el perro!

“Que le grito: ‘Goliat’ y me reconoció. Estaba flaco y con marcas de mordidas de otros perros. Lo subí y nos fuimos. Le llamé a mi vecino para darle la buena noticia.

“Y a dos calles de llegar a casa “El Goliat’ comenzó a ladrar y, al llegar, movió rápidamente su cola; al ver a su dueño corrió a su lado, le lamió la cara, las manos y mi vecino empezó a llorar, y a mí también se me salieron las de San Pedro. Esta historia sí tuvo un final feliz.

“Aunque la duda que tengo es cómo llegó tan lejos ‘El Goliat’ y como pudo sobrevivir”, concluye Germán.

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