En los últimos años, el Centro Histórico de la Ciudad de México (CH) ha sido escenario de una transformación profunda impulsada por procesos de renovación urbana e inversión privada.
Si bien estas acciones han traído mejoras visibles en infraestructura y modernización, también han detonado un fenómeno preocupante: la gentrificación.
La llegada de capitales externos, desarrolladores inmobiliarios y cadenas comerciales, en su mayoría orientales, ha elevado de forma exponencial los precios de renta y los costos de operación para pequeños negocios tradicionales.
Comerciantes, familias que han habitado estas calles por generaciones y oficios tradicionales que son parte del alma del CH enfrentan hoy un desplazamiento silencioso pero constante.
Las rentas se duplican o triplican, los contratos no se renuevan, y los nuevos proyectos rara vez consideran la permanencia de los habitantes históricos.
La gentrificación no es desarrollo cuando se construye sobre el despojo. Una ciudad que presume su historia y cultura no puede permitirse perder a quienes la han construido desde abajo.
No estamos en contra de la inversión ni de la modernización, pero exigimos que estas se hagan con criterios de justicia social y respeto comunitario.
Urge una política pública que regule los efectos de la gentrificación, que proteja el derecho a la vivienda y a la actividad económica tradicional, y que garantice que el CH siga siendo un espacio vivo, diverso y accesible para todos.
El rescate del Centro Histórico no debe implicar la expulsión de quienes le han dado identidad.
*Presidente de Procentrhico*