ya no hay juez más duro, ni aliado más poderoso, que el público. Hoy, las redes sociales reflejan el lado más implacable de la gente: un canal que, aunque no siempre sea transparente por el anonimato, expone con crudeza opiniones, pasiones y sentencias. El poder del espectador nunca había sido tan evidente y, a veces, tan tóxico.

Ese fenómeno perfecto en ‘La Casa de los Famosos’. Los habitantes entran convencidos de que la exposición es un trampolín, pero pronto descubren que la verdadera competencia no está dentro de los muros, sino fuera de ellos.

El público, convertido en habitante invisible, observa, juzga y dicta sentencia. Es él y revela lo que los reflectores intentan maquillar. Así, figuras como Ninel Conde han comprobado que no hay estrategia que pueda más que la voluntad de la audiencia y ahora, pese a que digan lo contrario, el mismo público la sacó y tiene en la mira a Facundo como uno de los famosos que están en ‘la tablita’ por su baja popularidad en la casa.

Y es que, al final, lo que se vive en la casa solo se compara con los fenómenos mediáticos que ahora tenemos, al ser un espejo que muestra la nueva dinámica entre artistas y seguidores. Hoy día, las audiencias se manifiestan como un poder absoluto, que premia o castiga con la misma fuerza. Y en las redes, ese poder se multiplica porque los aplausos y los linchamientos digitales se dan en tiempo real, sin filtros ni concesiones.

Y si alguien lo duda, ahí están los casos de Nodal que, pese a sus polémicas, sigue en el centro de la conversación gracias al morbo que despierta y, ahora, sus conciertos se venden 30% más; Miguel Bosé, quien tras pérdidas personales y el desgaste de su voz regresó a los escenarios cobijado por la memoria y la empatía de su público con llenos absolutos o personajes más poderosos, como Shakira, que convirtió su crisis íntima en himnos globales y se transformó en símbolo de reinversión y resiliencia.

Tres trayectorias distintas que nos llevan a lo mismo: el verdadero “habitante de la casa” no son los famosos, sino el público, capaz de destruir, reconstruir y nunca dejar de tener la última palabra.

Y así como ‘La Casa de los Famosos’ es solo la muestra más visible de un fenómeno global, la fama ya no se define en los escenarios ni en las producciones, sino en el espejo del público, un público que puede ser cómplice o verdugo, que se mira en las pantallas, se desahoga en las redes y, al hacerlo, redefine el destino de los artistas y el destino de los propios medios.

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