Un día antes de su presentación programada en Estados Unidos, Julión Álvarez fue notificado de la revocación de su visa de trabajo, lo que no solo lo obligó a suspender su show, sino también a cancelar toda su gira, mientras se resuelve su situación migratoria.
A diferencia de otras agrupaciones, el cantante actuó con transparencia frente a su público, informó lo sucedido pese a que ni él ni otras agrupaciones afectadas han recibido una explicación oficial; el número sigue creciendo y son al menos 15 bandas del regional mexicano las que han tenido que cancelar sus presentaciones en el territorio estadounidense.
Más allá del impacto artístico, los gruperos enfrentan ahora un nuevo dilema financiero. Con el mercado norteamericano cerrado —al menos temporalmente—, las agrupaciones deberán renegociar los costos de sus espectáculos si quieren mantener giras activas. Un ejemplo claro es Carín León, quien —sin haber sido sancionado hasta ahora— cobra hasta dos millones de dólares por presentación en México. Pero, con esta reconfiguración del panorama en la Unión Americana, vale la pena preguntarse quién está realmente dispuesto a pagar esa cantidad y si existen plazas en México, Centro o Sudamérica con ese nivel de inversión y qué tipo de empresarios estarían dispuestos a hacerlo.
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Mientras en Estados Unidos siguen los catorrazos, en la CDMX florece un fenómeno musical alternativo: “Los Guitarrazos”, una serie de fiestas “clandestinas” organizadas vía Instagram, donde los llamados corridos prohibidos, así como sus creadores encuentran un espacio sin censura.
Estos eventos han captado a una audiencia joven que busca una experiencia más directa con los corridos prohibidos. Con un cover de 150 pesos por persona, sin patrocinios, ni producción masiva, ni curaduría de los temas musicales, “Los Guitarrazos” se han convertido en un refugio cultural.
Aquí, lo que no suena en festivales ni en plataformas de streaming se escucha fuerte y claro. Y eso, guste o no, también es parte de la nueva escena cultural de extracción mexicana.
TAL COMO LO advertimos en este espacio la semana pasada, los concesionarios del Parque Bicentenario aún buscaban ‘sacarle jugo’ a la concesión, seguros de que nadie les arrebataría lo logrado. Pero el golpe llegó: el Gobierno Federal revocó el contrato a la empresa encabezada por Carlos McPhail. El mensaje es claro: cuando hay vidas de por medio, tiene que haber consecuencias, esta noticia tomó por sorpresa al propio McPhail, quien hasta hace poco se conducía como alguien intocable.
Este es apenas el primer paso en el reordenamiento de los espectáculos masivos en México. Aún falta revisar esas cancelaciones exprés que algunos empresarios ejecutan. Ahí está el caso de la Arena GDL, donde Signia Live vendió boletos para una temporada de conciertos... que fueron cancelados sin que el recinto esté siquiera terminado. ¡Vendieron las funciones antes de ponerle techo al teatro! Nos leemos la próxima, aquí donde quizá hablemos de ti.