Las tragedias recientes en festivales como Ceremonia, en México, y Jet Set, en Santo Domingo, deberían sacudir la conciencia de autoridades, empresarios y público. Fallas estructurales y omisiones básicas cobraron vidas que nunca debieron perderse.
¿Qué esperamos para actuar? El festival AXE Ceremonia fue escenario de una tragedia inadmisible: dos compañeros, Berenice Giles y Miguel Ángel Hernández, que acudieron a hacer su trabajo, perdieron la vida.
En la Ciudad de México existe una Ley de Espectáculos Públicos que debería garantizar que cada recinto cumpla con los requisitos mínimos de seguridad. No es un favor: es una obligación. La ley clasifica los espectáculos, regula condiciones y establece lineamientos claros.
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Pero de poco sirve tener leyes si se aplican a conveniencia o, peor aún, si se utilizan para lucrar. Hoy es urgente señalar que algunas asociaciones, en lugar de velar por la seguridad, han convertido las inspecciones en un negocio.
Se inventan irregularidades para justificar cobros o permiten operar recintos inseguros a cambio de “arreglos”.
Casos emblemáticos sobran. El recinto antes conocido como La Maraka, por ejemplo, presenta una cartelera que promete espectáculos de primer nivel, pero basta poner un pie dentro para percibir un deterioro que no se maquilla con luces ni sonido.
Más de 60 años pesan, y pesan fuerte. Aunque hay supervisiones oficiales, la realidad es que muchos espacios sobreviven más por costumbre que por idoneidad.Y si preocupa el estado físico de los recintos, más grave es la falta de capacitación del personal. En muchos casos, meseros, acomodadores y personal de seguridad desconocen protocolos básicos de evacuación o atención en emergencias.
No saben orientar al público ni actuar con rapidez. ¿De qué sirve un espectáculo de lujo si quienes operan el evento no tienen idea de cómo proteger a los asistentes?A esta preocupante realidad se suma otra práctica que daña a la industria: la cancelación inesperada de eventos y el descontrol de los promotores.
Cada quien actúa como quiere, sin protocolos claros ni compromisos serios con el público. Casos recientes como la cancelación del concierto de Katy Perry en la Arena Guadalajara.
Cada evento cancelado sin explicación no solo afecta a los asistentes: erosiona la confianza del mercado entero.
La discusión no puede centrarse solo en la oferta artística. ¿Están los recintos a la altura de la responsabilidad que implica reunir a miles de personas? ¿Los promotores cumplen su compromiso hacia el público o improvisan esperando que la gente olvide?El público también debe despertar. No basta con comprar un boleto: hay que exigir condiciones de seguridad, preguntar por permisos, verificar que haya personal capacitado y, si es necesario, presionar para que los recintos contraten seguros de responsabilidad civil que protejan a los asistentes.
La seguridad y el respeto al consumidor no pueden ser lujos opcionales. Son derechos que debemos defender, boleto en mano.No podemos permitir que los espectáculos sigan siendo terreno fértil para la simulación y el lucro fácil.
Exigir la aplicación real de la ley, respeto al espectador y compromiso serio de los empresarios es el primer paso. La tragedia y el abuso no deberían ser nunca el precio de una noche de diversión. Nos leemos la próxima semana, aquí donde quizá hablemos de ti.