Nacho Cano estrenó en México su visión de Malinche. Un ambicioso musical que recrea el encuentro entre , Moctezuma y una Malinche empoderada.

La propuesta no está exenta de polémica, pues ofrece una interpretación muy distinta a la que históricamente se nos ha enseñado, lo que ha generado todo tipo de opiniones. puede resultar confusa para algunos espectadores.

Lo que es innegable es el despliegue técnico del montaje: un escenario de 50 metros, dos albercas y una pantalla monumental que cubre casi todo el Frontón México. Malinche se posiciona como uno de los espectáculos más imponentes presentados en el país, comparable con producciones internacionales como “Carmina Burana”. en escena muestran un nivel de profesionalismo admirable.

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Uno de los ejes centrales es el giro en la figura de La Malinche. Aquí se presenta como una mujer fuerte, visionaria y revolucionaria, que junto con Cortés rompe normas y se convierte en símbolo de libertad. Esta reinterpretación desafía la imagen tradicional del personaje.

También destaca la manera en que se representa la relación entre españoles y aztecas. En esta historia no hay villanos absolutos… excepto Moctezuma, retratado como el gran antagonista. Los españoles se dividen entre los que buscan el entendimiento cultural y los que traicionan. Incluso la Iglesia tiene un papel activo y provocador en el cual un cura baila y celebra la conquista.

Para quienes crecimos con una visión crítica de la historia, esta propuesta puede resultar tan inesperada como provocadora. Y en un contexto donde incluso el presidente López Obrador solicitó disculpas por la conquista, esta visión más amable hacia los colonizadores puede incomodar.

Sin embargo, si se asiste con la disposición de verla como puesta en escena —y no como clase de historia—, Malinche ofrece una experiencia única.

Nacho Cano compuso una canción que exalta las virtudes de México, buscando crear un puente emocional. Para cerrar el círculo de lo vivido, se necesita algo más: un vínculo auténtico que conecte con el corazón del público.

Al terminar la función, el elenco convive con los asistentes en una fiesta informal. La intención es prolongar la experiencia, pero no siempre es fácil. Muchos salen reflexivos, divididos o confundidos. Hacer clic con ellos requiere más que luces y música.

La intención de homenajear a la cultura mexicana es clara, y el esfuerzo colectivo se siente desde que uno entra al recinto. La propuesta es arriesgada y espectacular.

En México, tal vez se necesite algo más que espectáculo para conectar con una audiencia que lleva esta historia en sus entrañas. Malinche es provocadora, deslumbrante y difícil de ignorar. Nos leemos la próxima, aquí donde quizá hablemos de ti.

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