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Un par de trabajadores de la Central de Abasto hurgaban entre los desperdicios de verdura mientras, a unos metros de ellos, un tráiler con el cadáver de un hombre en su interior capturaba la atención de los policías.
Se trataba de Salvador, de 43 años, cuyo cuerpo llevaba ahí ya varios días, pero, nadie se dio cuenta.
El tráiler, estacionado en el andén 4 del área de Subasta, no despertó ninguna alerta en los días previos, pues es normal que choferes pernocten ahí por días hasta que les salga algo de chamba y tengan que transportar algún cargamento.
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Fue hasta la tarde de este miércoles cuando alguien notificó a las autoridades que el señor, cuyo tráiler tiene placas del Estado de Veracruz, estaba muerto.
Al revisarlo, un paramédico determinó que Salvador murió por una broncoaspiración.
Pese a que a su cuerpo ya comenzaba a descomponerse, en el lugar tampoco se percibía un olor fétido. La basura y los fierros oxidados del sitio bloqueaban cualquier otro hedor.
"No soy monedita de oro", es la leyenda que Salvador tenía en el parasol del vehículo.
Él quedó ahí olvidado a su suerte. Su cadáver no se veía a simple vista y por ello su muerte no causó alarma. De no ser porque había un raquítico cordón amarillo a punto de caerse, nadie notaba que ahí, en ese pedazo del mercado mayorista más grande de Latinoamérica, estaba una persona sin vida.
Sólo una patrulla quedó resguardando el sitio. La Guardia Nacional, que pasó unos minutos por ahí, abandonó el lugar.
Aún pasadas las seis de la tarde, ni luces había de la llegada de peritos de la Fiscalía capitalina.
