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La historia de José Ortiz Muñoz, mejor conocido como "El Sapo de Lecumberri", es un escalofriante capítulo en la crónica criminal de México. Detrás de ese apodo se ocultaba un hombre que no solo fue un preso, sino, por su propia confesión, una pieza oscura y fundamental en el engranaje del poder y el crimen, revelando un lado siniestro que aterrorizó a la sociedad de su época.
El origen
Nacido en Durango, la vida de Ortiz Muñoz tomó un camino de sangre a una edad sorprendentemente temprana. Su primer crimen registrado, según sus propias palabras, ocurrió en 1917, cuando apenas tenía 9 años: apuñaló a un compañero. Esta precocidad en la violencia fue solo el preludio de una vida dedicada al exterminio.
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Siendo joven, se incorporó al Ejército, no por patriotismo, sino por la oportunidad de ejercer esa furia. Confesó haber participado en crímenes con tintes políticos, actuando como un verdadero sicario al servicio de los dirigentes. Él mismo se describía, con un dejo de resentimiento, como un "peón del poder", un pistolero al que recurrían los inescrupulosos para limpiar sus problemas con la violencia. Su relato más estremecedor fue el de la matanza de 120 sinarquistas en León, Guanajuato, donde aseguró haber disparado hasta que le arrebataron la ametralladora.
Conciencia sucia
La cifra exacta de sus víctimas aún se debate con escalofrío. José Ortiz Muñoz confesó haber cometido más de 100 asesinatos, con números que van desde 135 hasta 143 personas, dentro y fuera de la Penitenciaría de Lecumberri.
Fue detenido en Torreón y, tras confesar el apuñalamiento de Ignacio Jarero Ortiz, su macabra fama se consolidó en prisión. En septiembre de 1950, mientras estaba encerrado, demostró que las rejas no podían contener su impulso asesino. Dentro de Lecumberri, asesinó al ladrón cubano Isidro Martínez García.
"con éste son ciento cuarenta y tres los que he matado ¡Qué importa uno más! Hacía más de cuatro años que no me echaba a nadie al pico" — La escalofriante declaración de "El Sapo" tras su último crimen en prisión.
El final en la Isla
En marzo de 1960, el gobierno decidió que el legendario "Palacio Negro" ya no era un lugar seguro para tenerlo. "El Sapo" fue trasladado a la colonia penal de las remotas Islas Marías, un destino del que pocos regresaban.
Su violenta vida encontró un final igualmente brutal. Apenas dos años después de su traslado, José Ortiz Muñoz murió a machetazos en las Islas Marías. La leyenda de la prisión cuenta que su muerte fue un acto de justicia sumaria: se dice que recibió un machetazo por cada asesinato que había cometido. Así terminó la aterradora carrera del hombre que ostentó el título no oficial del asesino más prolífico y sangriento que pisó la sombra de Lecumberri. Su historia sigue siendo un recordatorio sombrío de los secretos que guardan los muros de las viejas prisiones.








