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Una riña cuando trabajaba en el aeropuerto marcó el destino de Miguel Ángel; lo acusaron de homicidio, pero lo liberaron; luego lo volvieron a detener y lo entambaron.
Miguel Ángel trabajaba desde 1999 como operador en el aeropuerto internacional, donde durante años condujo vehículos de traslado y mantenimiento. Tenía 50 años al momento de su detención y una vida estable con su esposa y sus dos hijos.
En 1999, una riña entre operadores terminó en tragedia: un trabajador llamado Leopoldo perdió la vida. Miguel Ángel no participó en la pelea, pero fue detenido días después al presentarse voluntariamente en la delegación, sin existir orden de aprehensión en su contra.
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Dos personas —una mujer y otro operador— ya estaban detenidas por el caso, aunque posteriormente se comprobó que ninguno de ellos tuvo responsabilidad directa.
El conflicto ocurrió en la sala internacional del aeropuerto y, según testigos, la víctima tenía vínculos con personal de la entonces PGR, lo que dio un giro político y mediático al proceso.
¿Por qué fue vinculado Miguel Ángel al homicidio si no participó en la riña?
Pese a las inconsistencias, tres personas, incluido Miguel Ángel, fueron vinculadas por homicidio en riña.
En el año 2000, el tribunal determinó que Miguel Ángel no había tenido participación alguna, y se le otorgó la libertad. Sin embargo, apenas 72 horas después fue reaprehendido con una nueva orden, acusado nuevamente del mismo delito.
En 2001, la jueza coincidió en que no existía evidencia que lo implicara, pero la causa continuó abierta. Durante más de 11 años vivió escondido, trabajando de manera informal y con miedo constante, hasta que fue detenido nuevamente.
Su nueva detención se basó en un error de identificación: en los videos del incidente se veía a un hombre rapado, y Miguel Ángel, que solía cortarse el cabello al ras, fue señalado solo por esa coincidencia física. Los tres acusados recibieron orden de reaprehensión, pero él ha sido el único reaprehendido más de una vez.
¿Cómo ha enfrentado Miguel Ángel su situación legal y familiar?
Hoy, su abogado —a quien describe como honesto y comprometido— continúa buscando pruebas que demuestran su inocencia. Su familia ha cargado con enormes gastos legales y emocionales, pero nunca lo ha abandonado.
Su hija, quien ha acompañado todo el proceso, ha sido fundamental en la reconstrucción del caso: ella localizó a testigos y abogados que participaron en el proceso original, quienes han confirmado que la versión de Miguel Ángel coincide con los hechos y que su participación fue inexistente.
Gracias a ese esfuerzo familiar, se ha logrado dar claridad a una causa plagada de omisiones y contradicciones. Dentro del reclusorio, Miguel Ángel se ha aferrado a la esperanza. Aprovechó el encierro para estudiar —terminó la primaria y tomó clases de computación— y participa en actividades escolares y laborales.
Habla con respeto del presente: asegura que el trato en el penal ha mejorado y que las autoridades lo tratan con dignidad. “Creo en la justicia, porque nada está por encima de la justicia de Dios, y voy a salir”, dice.
Su hija lo visita con frecuencia y mantiene viva la lucha legal y emocional. Ella lo describe como un hombre noble, trabajador y resiliente, que jamás dejó de ser padre aun desde la cárcel. “Mi papá no perdió la esperanza, y eso nos enseñó a no perderla nosotros.”








