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La historia criminal de Yvan Keller estremeció a Europa. Nacido el 13 de diciembre de 1960 en Wittenheim, Francia, parecía ser un hombre común: trabajador, amable con sus vecinos y dueño de una empresa de jardinería llamada Alsa-Jardin. Sin embargo, detrás de esa fachada se ocultaba uno de los asesinos seriales más prolíficos de la región, conocido como “el asesino de la almohada” por su macabro modus operandi.
El modus operandi de un asesino invisible
Durante décadas, Keller atacó principalmente a mujeres y hombres de la tercera edad que vivían solos. Elegía a sus víctimas con paciencia: ancianos vulnerables, muchas veces enfermos, a quienes podía acercarse sin levantar sospechas. Entraba en sus hogares y, mientras dormían, los asfixiaba con una almohada. Tras matarlos, colocaba la cama con meticulosa precisión, de modo que las muertes parecían naturales. Por eso, muchos de sus crímenes pasaron inadvertidos durante años.
En la década de 1980, tras cumplir una condena por el délito de robo, Keller se instaló en Mulhouse, Francia, donde empezó a trabajar como jardinero. Años más tarde, luego de que se multiplicaran las muertes "por causas naturales" de ancianos, la policía empezó a investigar y notaron patrones extraños: víctimas similares, sin signos de violencia, pero con sospechas de asfixia.
La investigación y captura
La investigación que lo desenmascaró fue lenta y compleja. El número inusual de muertes de ancianos en ciertas regiones levantó sospechas entre médicos y forenses. Los rastros de asfixia y el testimonio de algunos allegados coincidían con las zonas donde Keller había trabajado como jardinero. Finalmente, en septiembre de 2006, la policía lo detuvo en Mulhouse.
Aunque oficialmente se le atribuyen 23 asesinatos confirmados en Francia, Suiza y Alemania, él mismo confesó haber cometido hasta 150. Su frialdad y la capacidad de camuflar los homicidios le permitieron actuar impunemente durante largo tiempo, alimentando la idea de que estaba frente a un “asesino invisible”.
En lo legal, apenas alcanzó a enfrentar el inicio de un proceso. Se le imputaron cinco homicidios concretos en la región de Alsacia, aunque las autoridades sospechaban que la cifra real era mucho mayor. Sin embargo, nunca se conoció una sentencia: pocos días después de su arresto, el 22 de septiembre de 2006, Yvan Keller se quitó la vida en su celda, ahorcándose con los cordones de sus zapatos.
Perfil psicológico
El perfil psicológico que trazaron los expertos reveló a un hombre narcisista, con un fuerte deseo de control y una extraña obsesión por el orden. Su frase final, “solo quería ser amado”, dejó entrever una profunda carencia afectiva que pudo haber marcado el rumbo de su mente. Pero su aparente vulnerabilidad contrastaba con una brutalidad meticulosa, capaz de borrar huellas y manipular escenas del crimen.
Yvan Keller quedó en la historia criminal europea como un depredador silencioso que convirtió la cama, símbolo de descanso, en el escenario de la muerte. Su caso sigue siendo estudiado como ejemplo de cómo la apariencia más inofensiva puede esconder los impulsos más oscuros.