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Con su sonrisa inofensiva y su gusto por los anuncios de solteros, Nannie Doss parecía una dulce abuelita del sur de Estados Unidos. Pero bajo ese rostro amable, se escondía una de las asesinas seriales más escalofriantes del siglo XX.
Durante décadas, esta mujer de apariencia tranquila se convirtió en el terror invisible de su propia familia. Envenenó a esposos, hijos, nietos y hermanas. Nadie lo sospechaba. Su rostro siempre mostraba una sonrisa. Por eso, la prensa la bautizó como “La abuelita risueña”.
Amor, muerte y un patrón siniestro
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Nannie nació en 1905 en una zona rural de Alabama. Su infancia estuvo marcada por abusos físicos y un padre estricto que le impedía estudiar o socializar. Desde pequeña, desarrolló un extraño gusto por las novelas románticas, especialmente aquellas que hablaban de hombres perfectos, bodas idílicas… y muertes trágicas.
Años después, ya adulta, Nannie empezó a publicar anuncios personales en revistas buscando el "amor verdadero". Sus pretendientes llegaban con ilusión, pero terminaban muertos en circunstancias extrañas. Su primer esposo murió joven. El segundo también. Y el tercero. En total, cinco maridos fueron víctimas de su veneno: arsénico o matarratas, mezclado con comida casera.
Pasteles envenenados y té mortal
No solo fueron esposos. También mató a dos hijos, su madre, dos hermanas, un nieto, y una suegra. En muchos casos, las muertes parecían naturales: vómitos, fiebre, colapsos. Todo ocurría tras un pastel, un té o un plato “especialmente preparado” por Nannie.
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Lo más perturbador no era su método, sino su actitud. En cada interrogatorio, sonreía. Nunca parecía molesta ni arrepentida. Incluso coqueteaba con los policías. “No fue por dinero”, dijo una vez. “Solo quería paz... y alguien con quien compartir la vida”.
El error que la delató
En 1954, tras la muerte súbita de su último esposo, Samuel Doss, los médicos exigieron una autopsia. Encontraron rastros letales de arsénico. Nannie fue arrestada.
Durante los interrogatorios, confesó once asesinatos, aunque se sospecha que el número real es mayor. Lo hizo entre risas, como si estuviera contando anécdotas. La policía quedó perpleja: nunca antes habían visto a alguien así.
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Condenada con sonrisa
En el juicio, Nannie no mostró emoción. Fue condenada a cadena perpetua. Nunca expresó arrepentimiento. Falleció en prisión en 1965, a los 60 años, de leucemia.
Su caso fue uno de los primeros en mostrar que las asesinas seriales no siempre son motivadas por dinero o celos, sino por una necesidad patológica de control, afecto… y silencio.
Detrás de la sonrisa
La historia de Nannie Doss sigue estremeciendo hasta hoy. Una mujer que parecía inofensiva, con un delantal de cocina y ojos dulces, resultó ser un monstruo con veneno en las manos.
A veces, el rostro más amable es el que más secretos guarda.