Hay casas que guardan secretos, y hay noches que la memoria colectiva se niega a olvidar y la historia de Claudia Mijangos Arzac, es uno de los casos criminales más escalofriantes de la historia moderna de México. Detrás de la sonrisa serena de una madre ejemplar, se ocultaba una mente que poco a poco se desmoronaba en el abismo de la locura. Te contaré lo que pasó la noche de abril en la que Claudia Mijangos pasó de ser catequista a ser conocida como La Hiena de Querétaro.

Querétaro, abril de 1989. La ciudad dormía con la tranquilidad de cualquier lunes cualquiera. Pero en una elegante casa de la colonia Jardines de la Hacienda, algo oscuro se gestaba. Aquella madrugada, una madre convertida en monstruo cambió para siempre la historia de México.

Claudia Mijangos Arzac no era una mujer cualquiera. Exreina de belleza, profesora de catecismo, madre amorosa de tres pequeños. Su sonrisa impecable y maneras refinadas eran la fachada de una vida aparentemente perfecta. Nadie podía imaginar que, tras esos ojos verdes, se ocultaba una mente al borde del abismo.

Había nacido en Mazatlán en 1956, en el seno de una familia acomodada. Desde joven destacó por su belleza y carisma. Se casó con Alfredo Castaños Gutiérrez, un hombre de negocios con quien tuvo tres hijos: Claudia María, Ana Belén y Alfredo Antonio. La familia se instaló en Querétaro, y Claudia se volvió una figura querida entre las madres del colegio Fray Luis de León, donde enseñaba religión, posteriormente abrió una tienda de ropa en el centro de la ciudad.

Pero todo empezó a torcerse cuando su matrimonio comenzó a desmoronarse. Las discusiones eran constantes, la relación, insostenible. Claudia cayó en una profunda depresión y empezó a tener comportamientos erráticos. Decía oír voces. Decía ver cosas.

En las semanas previas al crimen, su mente ya no distinguía entre lo real y lo imaginario. Veía demonios. Decía que Querétaro estaba poseído. Se obsesionó con un sacerdote de la escuela, asegurando que estaban unidos por un destino divino. Afirmaba que el mal había invadido su casa… y a sus propios hijos.

La noche del 23 de abril, Claudia escuchó una voz. No era la de un ser humano, aseguraría después. Era la voz del mismísimo demonio. Esa noche no durmió. Vagó por la casa, cuchillo en mano, esperando el momento. Y cuando llegó, desató el horror.

Uno a uno, apuñaló a sus hijos mientras dormían. Claudia María, la mayor, trató de correr, herida, con sus 11 años de vida pidiendo auxilio. No lo logró. Ana Belén, de 9, y Alfredo Antonio, de apenas 6 años, tampoco escaparon.

A la mañana siguiente, la policía recibió una llamada. Los vecinos alertaban de gritos, sangre, algo que no sabían explicar. Al llegar, hallaron a Claudia bañada en sangre, desorientada, balbuceando frases sin sentido. “El demonio me obligó…”, murmuraba.

La noticia estremeció al país. Claudia fue arrestada y enviada a evaluación psiquiátrica. El diagnóstico fue claro: esquizofrenia con episodios psicóticos y epilepsia del lóbulo temporal. Legalmente, no era responsable de sus actos. No sería condenada a prisión, sino enviada al Centro Femenil de Readaptación Social de Tepepan, en la Ciudad de México, para cumplir una medida de seguridad de 30 años.

Treinta años en un pabellón psiquiátrico. Treinta años en silencio. Mientras tanto, la casa en la que ocurrió la tragedia quedó abandonada. Quienes pasaban por ahí hablaban de ruidos, sombras, gritos en la madrugada. La leyenda creció: la casa de “La Hiena de Querétaro” se volvió un lugar maldito.

En abril de 2019, Claudia fue liberada. Su condena había terminado. Tenía más de 60 años, el cabello canoso, la mirada apagada. Un familiar la recogió. Desde entonces, nadie sabe con certeza dónde está. Su paradero es un misterio. Algunos aseguran que vive recluida, vigilada de cerca por su familia; otros dicen que regresó a su natal Mazatlán. Pero todos coinciden en algo: ya no es la mujer que alguna vez fue.

La historia de Claudia Mijangos es, hasta hoy, una de las más perturbadoras del crimen mexicano y la ciudad de Querétaro aún tiembla al recordar aquella noche. La noche en que la madre se volvió verdugo, y el hogar se transformó en pesadilla.

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