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Bienvenidos a la primera entrega de Ángeles Caídos, la nueva sección de El Gráfico donde exploraremos las oscuras profundidades de la psique humana y los crímenes que marcan la historia. Soy Mar Veritas, y hoy exploraremos en la perturbadora vida de Goyo Cárdenas, considerado el primer asesino serial en la historia de México
¿Qué fuerzas oscuras lo arrastraron desde la aparente normalidad hasta convertirse en el temible "Estrangulador de Tacuba"? Acompáñenme en este recorrido por los recovecos de su mente y sus macabros actos.

Infancia turbulenta y signos alarmantes
Gregorio Cárdenas Hernández vio la luz en 1915, y desde sus primeros años, su comportamiento estuvo marcado por la anormalidad. Un daño neurológico derivado de una encefalitis temprana se considera un factor crucial en el desarrollo de su perturbadora personalidad. Ya en su infancia, Goyo mostraba una alarmante falta de piedad hacia los animales, un signo temprano de crueldad que a menudo se observa en individuos con tendencias violentas.
Aunado a esto, Cárdenas enfrentaba dificultades para controlar sus esfínteres, sufriendo de enuresis, lo que lo llevaba a miccionar de manera involuntaria en cualquier lugar. Estas condiciones, aunque de naturaleza física, pudieron haber contribuido a sentimientos de vergüenza y aislamiento, alimentando aún más su comportamiento antisocial.
Sin embargo, la vida de Goyo Cárdenas presentaba una desconcertante dualidad. A pesar de sus problemas de salud y evidentes problemas de conducta, demostró ser un alumno sobresaliente a lo largo de su educación, desde la primaria hasta la preparatoria. Incluso se determinó que poseía un coeficiente intelectual superior al promedio, lo que contrasta fuertemente con la brutalidad de sus futuros actos.

Las señales de una mente profundamente perturbada se hicieron más evidentes durante su etapa escolar. Sus compañeros lo acusaban de llevar a cabo actos extraños y repulsivos, como quemar el cabello de sus compañeras y ofrecerles dulces contaminados con excremento. Estas acciones, que podrían interpretarse como las travesuras de un joven desorientado, eran en realidad escalofriantes indicios del lado oscuro que comenzaba a manifestarse en Goyo Cárdenas. Nadie en ese momento podía imaginar el horror que este joven estaba incubando en su interior.
La llegada de Goyo Cárdenas a la Ciudad de México
Tras completar sus estudios de química y obtener una beca de Petróleos Mexicanos, Goyo se mudó a la Ciudad de México, antes conocida como Distrito Federal. Allí, alquiló una casa en la zona de Tacuba, un lugar que pronto se convertiría en el escenario de sus atroces crímenes y que le valdría el siniestro apodo de "El Estrangulador de Tacuba". Esta vivienda posteriormente se transformaría en una cámara de horrores donde los cuerpos de sus cuatro víctimas serían encontrados enterrados en el jardín.
El descenso a la oscuridad: Los crímenes de "El Estrangulador de Tacuba"
El fatídico descenso de Goyo Cárdenas a la serialidad ocurrió entre agosto y septiembre de 1942. Su primera víctima fue una joven de la vida galante de tan solo 16 años, conocida como Bertha. Goyo la contrató el 15 de agosto de 1942 y, tras un encuentro íntimo, la estranguló brutalmente utilizando un cordón.
La segunda víctima de Cárdenas fue otra adolescente que ejercía el mismo oficio que Bertha. Lamentablemente, la joven corrió el mismo y terrible destino, siendo privada de la vida por el estrangulador.
La tercera mujer en caer en las garras de Goyo también era una trabajadora sexual, en este caso, el motivo del asesinato fue el rechazo de la víctima a acostarse con él; tras estrangularla, Cárdenas cometió un acto deplorable que no sería capaz de mencionar aquí.
Su última víctima era una joven de la que Cárdenas estaba enamorado. En un intento desesperado por acercarse a ella, intentó besarla, pero la joven respondió con una bofetada. Este rechazo enfureció a Goyo de manera descontrolada, llevándolo a arrebatarle la vida a golpes, mostrando una vez más su intolerancia a la frustración y su violencia impulsiva.
Los cuerpos de las cuatro mujeres fueron sepultados clandestinamente en el jardín de su casa en Tacuba. Lo más escalofriante del caso es que, después de asesinar a sus víctimas, Goyo Cárdenas les inyectaba sustancias con la macabra intención de dificultar su identificación, demostrando una planificación fría y calculadora incluso en medio de su locura criminal.

Intento de Fuga y Captura
Consciente de que las autoridades lo buscarían tras el asesinato de la última joven, el hombre armó un plan macabro para evadir la justicia. Se internó voluntariamente en un hospital psiquiátrico, alegando haber perdido la razón. Sin embargo, durante el interrogatorio policial, confesó todos sus crímenes, lo que llevó a su traslado al Palacio de Lecumberri, específicamente al pabellón de los enfermos mentales.
Posteriormente, fue llevado al manicomio La Castañeda, donde, sorprendentemente, fue declarado mentalmente competente para enfrentar la justicia.
Posteriormente, Goyo Cárdenas logró escapar del manicomio y huyó al estado de Oaxaca, donde se desempeñó como maestro rural. Su intento de rehacer su vida bajo una falsa identidad no duró mucho, ya que pronto fue detenido y nuevamente recluido en la prisión de Lecumberri.

El final de Goyo Cárdenas
Tras cumplir una condena que muchos consideraron insuficiente para la gravedad de sus crímenes, Goyo Cárdenas fue liberado. Lo que sucedió después es aún más sorprendente: ingresó a la entonces llamada Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón (hoy FES Aragón) de la UNAM, donde culminó sus estudios de licenciatura en Derecho en 1982, demostrando una vez más su intelecto a pesar de su historial de violencia extrema.
Los años de terror sembrados por este asesino serial llegaron a su fin con su muerte el 2 de agosto de 1999, a la edad de 84 años. La historia de Goyo Cárdenas, "El Estrangulador de Tacuba", sigue siendo un escalofriante recordatorio de la complejidad de la mente humana y la oscuridad que puede albergar.