Óscar fue sentenciado por homicidio calificado, aunque no cometió directamente el crimen. Nació y creció en un entorno marcado por la precariedad económica y la violencia. Casado y con tres hijos, trabajaba vendiendo televisores y aparatos electrónicos, pero el dinero no alcanzaba. , comenzó a vender droga. Su consumo había iniciado a los 13 años y nunca se detuvo.

Desde pequeño, su entorno estuvo lleno de malas influencias. Creció observando las actividades de los niños de su barrio, muchos de ellos involucrados en delitos. La separación de sus padres lo marcó profundamente. Se fue a vivir con su padre y la familia paterna, donde sufrió abuso físico junto con sus hermanos. Cuando su madre se enteró, los rescató, pero el . Con el tiempo, sintió rechazo en su propio hogar y se fue a vivir con su abuela.

Su primer contacto con el sistema de justicia ocurrió cuando tenía menos de 18 años. Robaba para sostener su consumo de drogas y fue internado en el tutelar de menores durante dos meses por robo. No avisó a su madre hasta 15 días después. A pesar de estos tropiezos, logró terminar la secundaria.

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Años después, una noche de fiesta cambió su destino. Su cuñado y un amigo llegaron golpeados. Decidieron ir a enfrentar a los agresores, pero la confrontación escaló hasta convertirse en una balacera en la que su amigo murió. A pesar de que más personas estuvieron involucradas, solo Óscar y otro hombre fueron señalados. La persona responsable del homicidio nunca enfrentó consecuencias.

Intentó fugarse, pero lo detuvieron tras pasar cinco meses escondido. En su huida, se encontró con una mujer que solía pedir dinero en su barrio. Ella lo miró y le dijo: “Ven, hijo”. En ese momento, los policías dudaron y lo dejaron ir, pero su suerte cambió poco después. También había sido detenido previamente por venta de droga.

Ingresó a prisión a los 37 años, enfrentándose a una realidad aún más dura de lo que imaginaba. Pasó cinco meses en el Reclusorio Oriente, donde fue recibido por amigos. Luego lo trasladaron al Reclusorio Norte. Durante sus primeros años en prisión, siguió consumiendo drogas. No fue hasta perder a su esposa y a su madre, que decidió cambiar. Llevaba cinco años privado de la libertad cuando tomó la decisión de dejar las drogas. Desde entonces, han pasado seis años sin consumir.

La vida en prisión fue difícil. En una ocasión, al quedarse solo en su estancia, consumió todo lo que encontró. Como castigo, sus compañeros lo golpearon brutalmente y fue enviado a una celda de castigo. Eventualmente, lo reubicaron. Fue en ese momento cuando ingresó al programa de Alcohólicos Anónimos dentro del reclusorio. Ahí encontró una red de apoyo que lo ayudó a sostener su decisión de mantenerse sobrio. Las reuniones y el compartir experiencias con otros internos en proceso de recuperación le dieron un propósito y un espacio para reflexionar sobre su vida.

Su vida cambió aún más cuando conoció a Verónica, una mujer que formaba parte de un programa de reinserción. Ella le salvó la vida y se enamoraron. Desde entonces, Óscar sostiene que quien realmente desea reinsertarse, puede lograrlo. Hoy, agradece a Dios por haber pasado por la cárcel, pues fue ahí donde encontró una nueva oportunidad de vida y la fuerza para mantenerse firme en su recuperación.

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