Los efectos de los refrescos en la de sus consumidores son claros: los problemas de diabetes, presión alta y sus efectos nocivos derivados están muy bien estudiados, al igual que la influencia de las versiones sin azúcar en el manejo del apetito y consecuencias como influir en el consumo excesivo de comida.

Sin embargo, un nuevo ha encontrado un efecto sobre el hígado, incluso cuando se consumen en cantidades moderadas.

La investigación demuestra que el consumo diario de apenas 266 mililitros de cualquiera de estas bebidas incrementa considerablemente las probabilidades de desarrollar una enfermedad hepática grave.

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La presentación más popular de una lata de refresco en México es de 355 mililitros, casi 100 más de los analizado en el estudio.

Los investigadores presentaron sus hallazgos el martes pasado durante la Semana Europea Unida de Gastroenterología en Berlín, Alemania. El estudio muestra que el consumo diario de 266 mililitros de bebida azucarada eleva en 50% el riesgo de padecer esteatosis hepática metabólica (MASLD por sus siglas en inglés). Sin embargo, el dato más sorprendente corresponde a las bebidas de dieta: la misma cantidad diaria aumenta el riesgo hasta en 60%.

La MASLD, conocida anteriormente como enfermedad del hígado graso no alcohólico, se caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado. Esta condición representa la forma más común de enfermedad hepática en el mundo. El daño puede progresar hasta causar cirrosis, con efectos similares a los que produce el consumo excesivo de alcohol.

Lihe Liu, autor principal del estudio y estudiante de posgrado en el Departamento de Gastroenterología del Primer Hospital Afiliado de la Universidad de Soochow en Suzhou, China, explica que las bebidas endulzadas artificialmente muestran una vinculación con mayor riesgo de MASLD, incluso cuando el consumo alcanza niveles modestos como una sola lata al día.

Los efectos nocivos de las bebidas azucaradas no constituyen información nueva para la comunidad científica. Las burbujas características de estos refrescos provienen del dióxido de carbono, un compuesto químico que, junto con otros ingredientes presentes en estas bebidas, afecta el estómago de manera considerable.

Además, los azúcares añadidos, sean de caña de azúcar o de jarabe de maíz de alta fructosa, provocan efectos negativos en la salud, como la hipertensión y la diabetes.

Esta investigación aparece en un momento de mayor atención y tensión hacia los refrescos en México, cuya industria quiere evitar a como dé lugar que el impuesto especial que ha encarecido su precio aumente en 2026 como una estrategia para recaudar fondos en favor de los sistemas públicos de salud en el país.

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